Las vitaminas suelen pasar desapercibidas hasta que algo en el cuerpo empieza a fallar un poco. Tal vez tu energía baja, te cuesta concentrarte o te enfermas con más facilidad. Muchas veces, la causa está en una falta de vitaminas. Son pequeñas, pero controlan procesos esenciales que tu cuerpo necesita todos los días.
La mayoría de las vitaminas no pueden producirse de forma natural en el cuerpo. Todo depende de lo que comes. Cuando empiezan a faltar, el cuerpo envía señales suaves: cansancio, piel apagada, menos defensas. Son avisos de que faltan nutrientes.
Aunque existen muchas vitaminas, todas se dividen en dos tipos que funcionan de manera distinta.
Estas se almacenan en el tejido graso y permanecen más tiempo en el cuerpo. Ayudan a fortalecer huesos, proteger células, mantener la piel y apoyar la visión. Alimentos como huevos, pescado, frutos secos y verduras verdes son buenas fuentes.
El cuerpo las usa rápidamente y elimina el exceso. Por eso hay que consumirlas a diario. Participan en la producción de energía, el sistema nervioso, la inmunidad y la reparación de tejidos. Vienen en frutas, verduras, legumbres y cereales integrales.
No necesitas un plan perfecto. Una dieta variada, con colores y alimentos frescos, cubre la mayoría de tus necesidades. Los suplementos pueden ayudar, pero no sustituyen a la comida real.
Las vitaminas influyen en tu energía, tu ánimo, tu piel y tu bienestar general. Cuando entiendes cómo funcionan sus tipos, la nutrición se vuelve mucho más sencilla.